Esta ruta es circular, se inicia en Vallespinoso de Aguilar -Palencia- y la realizamos en sentido contrario a las agujas del reloj. Nuestro objetivo era visitar varias iglesias y ermitas románicas, tan abundantes en esta zona y que tanto nos gustan. Nuestras expectativas se vieron recompensadas y disfrutamos un montón. Nos entretuvimos mucho, entre flores, floretas, ermitas e iglesias se nos fue la mañana en un pis-pas, y claro, se nos hizo tarde y al final acusamos un poco el calor.
Salimos de Vallespinoso a las 9:15 por un camino bien arreglado con abundantes flores en las cunetas: margaritas, viboreras, gordolobos, y... ¡¡¡orquídeas!!!, ¡alucinante, casi, casi, por castigo!.
Nos acercamos a la ermita de San Pelayo, una ermita pequeña, coqueta y llena de encanto.
Llegamos a Perazancas y encontramos una fuente del siglo XV con un vación para los animales y lavadero, un rincón muy arreglado y umbrioso, llenamos los bidones y nos acercamos hasta su iglesia, como haríamos en todos los pueblos.
De camino a Vega de Bur pasamos por el Santuario del Rebollar que estaba en el alto de una colina y se veía desde muy lejos, para luego, en rápido descenso, parar en Vega de Bur y ver la iglesia parroquial de la Asunción que tenía adosado el cementerio, con seis tumbas, dándonos idea de lo grande que era ese pueblo.
De allí partimos hacia Olmos de Ojeda por una camino en descenso, por una val ancha, con buenos bancales de patata que riegan con un intrincado laberinto de tuberías. Nos encontrarnos con el único rebaño de ovejas que íbamos a ver en todos estos días. Como nos dijo el pastor: "ya soy el último, el año pasado ya me quité doscientas... es que no hay gente..."
Desde luego, poca gente nos íbamos a encontrar en estos pueblos... pero, vimos a un hombre y le preguntamos dónde estaba la iglesia y nos contestó: "¿La iglesia?, si no tiene nada... nacimos en mal sitio", pero nosotros siempre encontramos algo bonito allí adonde vamos.
En Moarves de Ojeda vimos la iglesia más bonita de todos estos pueblos, con una portada esculpida en una piedra de un color ocre muy intenso, que nos encantó... Un plátano, unas barritas y a seguir.
Continuamos por un camino poco trillado, con barro del escorredor de los bancales y, de repente, a la vuelta de una curva, nos aparece, por arte de birlibirloque, la punta de una enorme espadaña que nos dejó impresionados: la iglesia de San Pedro de Ojeda.
Nos quedaba subir las lomas de El Brezalejo, para aparecer encima justo de la Real Abadía Cisterciense de San Andrés de Arroyo. Entre brezos, aliagas, coscollos y carrascas bajamos campo a través hasta la puerta de la Abadía, nos metimos al patio interior donde había una noguera enorme con una sombreta que daba gusto, pero ¿qué pasa cuando bajas por una ladera sin senda ni ná y llena de matorral aliagoso?
¡Pues, eso...! ¡pinchazo seguro!.
No pudimos visitar el claustro porque ya no había visitas y, además, las monjas tienen un régimen de clausura muy estricto y no apareció nadie. Nos refrescamos, arreglamos el pinchazo y seguimos recorriendo los pueblos que nos quedaban: Santibáñez de Ecla, Villaescusa de Ecla y Cozuelos de Ojeda. El calor empezó a apretar y ya notamos el cansancio, y en todas ellas paramos a ver sus iglesias, aunque sin un alma por las calles.
Finalmente llegamos a Vallespinoso de Aguilar donde habíamos dejado la furgo, pero antes fuimos a ver la ermita de Santa Cecilia, también muy bonita. Eran las 15,30 horas cuando volvíamos al camping: baño, cerveza y espaguetis, por ese orden.
Muy buena ruta, entretenida por la cantidad de iglesias y ermitas a ver... y calurosa.
La Ojeda es una comarca del centro-norte de Palencia en su sector más oriental, junto a la provincia de Burgos. Se trata de una de las comarcas más ricas e importantes de toda España en cuanto a románico se refiere.
Forma un territorio de transición entre las llanuras de Tierra de Campos, al sur, y la Cordillera Cantábrica, cuyos primeras cumbres aparecen como un murallón rocoso hacia el norte de la comarca. Las poblaciones se asientan generalmente al abrigo de los valles fluviales, disfrutando muchas de ellas de amplias vegas.
El paisaje está definido por suaves ondulaciones del terreno, que se hace más agreste y accidentado hacia el norte; abundan los cultivos de cereales y algunos de regadío, como la muy apreciada patata o los ajos. La vegetación arbustiva cubre principalmente las riberas de los ríos, aunque hay amplias zonas boscosas de pino, encina y, más al norte, roble.