viernes, 10 de junio de 2022

TENERIFE IMPLOC 2022

1. Viaje y paseo por el Puerto de la Cruz 
     -Miércoles 9 de febrero-
Ese 9 de febrero no nos importó madrugar. A las 7,30 de la mañana ya estaba el grupo reunido en la Estación Delicias: Presen, Montse, Javier, Teresa, Juanjo, Eduardo e Inma. AVE hasta Sants, Rodalíes hasta el Prat, bocadillo en el aeropuerto y ¡ a volar! Muy bien el vuelo; tranquilo, sin turbulencias…
Aterrizamos a las 3. A por el coche que ya teníamos contratado… Hay que avisar de que tiene unas rayas en el lateral… “Tranquilos, el seguro a todo riesgo cubre todos los desperfectos, menos circular por caminos y borracheras (ja!!)
Un Opel Zafira. Siete plazas (¿siete?). Bueno, las maletas, las mochilas, nosotros…Difícil misión entrar. Lo peor, los dos asientos de la tercera fila que estaban literalmente en el maletero. Presen y Tersa fueron “las afortunadas que los ocuparon durante los siete días debido a su mayor agilidad y menor tamaño. O quizá también a su generosa resignación.
Juanjo de conductor, Javier de “cotopiloto”. Detrás, Eduardo a la derecha, Montse en el centro ataviada con su collarín y erecta en todo momento para evitar el mareo; Inma, en la izquierda. Detrás, Presen y Teresa encargadas además de acercarnos a los de delante los cinturones de seguridad y de controlar en todo momento el nivel de oxígeno dentro del vehículo: “baja la ventanilla, sube la ventanilla, solo hasta ahí, un poco más…”
Por lo demás, el coche bien salvo un problemilla que nos complicó algún recorrido: la orientación del Google Maps no coincidía con la del “cotopiloto“ Javier. Así, la derecha de la aplicación equivalía a la izquierda del compañero de Juanjo; situación esta que dio lugar a bastantes equívocos del chofer, algunas subidas y bajadas prolongadas y “asustadoras” (evito aquí el término “acojonar” y a los consabidos gritos de Juanjo; a la hilaridad del grupo y a la paciencia de Javier que nos aguantó estoicamente y puso en evidencia la bondad de su carácter, su paciencia y equilibrio mental.
Llegada al hotel. Pulserita del todo incluido.
“El comedor está ya cerrado, pero en la piscina se sirve todo el rato piscolabis y bebidas”. Y allí que fuimos, a ponernos tibios de cerveza, pizza vegetal y hamburguesas bastante raras que camufladas con ketchup nos supieron a gloria.
Paseo por El Puerto de la Cruz y encuentro con Marian y Luis que estaban en la isla.¡¡¡Bonito!! Piscinas Martiánez diseñadas por César Manrique, paseo marítimo y escaleras, muchas escaleras.
Cena en el hotel (bufet libre). Protagonistas, las papas arrugadas con mojo picón y la gelatina de colores con la que Presen alegraba cada día su plato.
Cansados, algunos optaron por dar un pequeño paseo y otros, a dormir.


2. Parque Natural de Anaga
    -Jueves 10 de febrero-
Nuestra primera excursión: “Los miradores del Carmen” hasta “El Inglés”. ¡Menudas vistas! Y allá, al fondo, el mar…Una maravilla que disfrutamos parando cada poco en los distintos miradores. Foto en casi todos e ingesta de algún plátano simbólico que nos acercaba más a la realidad donde nos encontrábamos.

Llegamos al “Sendero de los Sentidos”. Bosque espectacular de laurisilva. Dividido en tramos, en cada uno de ellos había carteles indicativos acerca de qué sentido debíamos aguzar por predominante: la vista para las originales y peculiares formas que adoptaban los troncos; el oído para los melodiosos trinos de los pájaros; el olfato para las suaves fragancias naturales; el tacto, incluso, para las diferentes rugosidades de los troncos; y el gusto, bueno, este sentido lo dejamos para el final del recorrido en que volvimos a dar cuenta de algunos plátanos. Y es que estaban riquísimos, mucho más sabrosos que en la península (¿o no?).
Al coche, hacia Taganaga para llegar a la playa del Roque de las Bodegas. Está bien explicar, por si alguien lo desconoce, que un roque es una roca muy grande, parecida a los menhires que fabricaba Obelix y que siempre llevaba a su espalda. Allí están, de vez en cuando surgen majestuosos desde el suelo, solitarios, como titanes vigías guardadores de la belleza de esos parajes isleños.
Ya en la playa, encontramos un “guachinche” justo al lado del mar, Casa África, en el que dimos cuenta de una estupenda comida: Espectacular pulpo frito, pescado de la zona (ni idea de qué era) al horno, buenísimo, ¡lapas! Riquísimas y las consabidas papas con mojo. Todo esto regado con abundante cerveza (¡claro!)
Primer baño de las tres valientes: Presen, Teresa y Montse. De fondo, un preciosísimo atardecer.
Por último, visita a un pueblito que se llama Afur. Allí estaba, al final de una tortuosa carretera que terminaba en el pueblito y no llevaba a ninguna parte más. Este entrañable y solitario paraje fue objetivo de una segunda visita que se explicará más adelante pues protagonizó la actividad del penúltimo día de nuestra estancia.
Hubo anécdota: El caso es que, como Afur es un pueblo tan pequeñito y perdido allí, al final de una tortuosa carretera, no estaba muy bien señalizado en Google Maps y ”la dislexia” del cotopiloto tampoco nos lo ponía fácil.
Juanjo, en su estupenda preparación y programación del viaje, había anotado para ese día: visita a Afur y Las Cabras. Y la visita a esas dos poblaciones iba a ser nuestro objetivo ese día.
El caso que no se veía muy claro dónde estaban. Cerca, sí, pero hacia dónde… Decidimos para y preguntar a un lugareño.
Muy amable nos indicó dónde estaba esa pequeña carretera que terminaba en Afur. Pero queríamos visitar dos poblaciones, así que Juanjo, haciendo uso de su mejor entonación maña, le espetó “¿Y las Cabras?”. El paisano, con expresión contenida de sonrisa trufada de sorna y divertimento, le contestó: 
“¿Las cabras? Pues por ahí estarán, pastando.”. JAJAJA. Vino a resultar que en la guía que Juanjo había consultado, aparecían las cabras COMO ANIMALES que proveían de la leche para elaborar el rico queso de la zona. Y no como él creyó que se trataba de una población llamada así: Las Cabras. Dicha anécdota habrá sido seguro protagonista de alguna que otra hilarante conversación de barra de bar de la zona. Y no me extrañaría si terminara con un sarcástico :” estos godos…”. Pero sin burla, pues los tinerfeños resultaron ser bien amables. Bueno, salvo el pastor que cuidaba esas cabras con el que Javier mantuvo cierta interlocución. Pero esa es otra historia…

3. Alto de Guajara y las cañadas del Teide
    -Viernes 11 de febrero-

La primera idea era dividirnos en dos grupos: Montse y Javier, Edu e Inma tenían proyectado subir al Teide en el teleférico. El resto del grupo, Presen, Teresa y Juanjo subirían el pico Guajara de 2.717 metros en el Parque Nacional del Teide.
El caso es que Edu recibió un SMS donde le comunicaban que el Teide ”se había puesto el sombrero”. Eso significaba viento fuerte en la cumbre y por ende, cierre del teleférico.
Pues allá que fuimos los siete, después del café de rigor en el parador del Teide, a emprender la subida hacia el Pico Guajara.
Aquello prometía (uffff). 
La llegada a la cumbre, espectacular. Estábamos frente al Teide, podíamos hablarle de tú a tú. Señorial, casi un rey, coronada su cumbre de nieve que había caído hacia unos días y todavía conservaba.
Había en la cumbre del pico Guajara un observatorio astronómico que el británico Charles Piazzy, padre de la astronomía, había mandado construir en 1856 para realizar los primeros estudios astronómicos en Tenerife. Piazzy demostró que los observatorios ofrecían mejor visión si se instalaban donde la atmósfera fuera más estable, lo que ocurre en las cumbres más altas de la montaña, por encima de las nubes.
Y allí estábamos nosotros, por encima de las nubes y alucinando con los paisajes, cuasi lunares en algunas zonas, pero maravillosos en su extensión.
La bajada fue más complicada para unos que para otros, pero esa es otra historia, ¿no, Inma?
Ya abajo, fuimos a visitar el Roque García, sí, el que salía en los billetes de 1000 pesetas.
Vuelta al hotel. Cervezas, cena y a dormir.
¡Qué día tan intenso!



4. Los Viñátigos, el Charco y el Drago Milenario
    -Sábado 12 de febrero-

Amaneció ya el cuarto día. Esa noche todos habíamos dormido mejor quizá por el cansancio o porque nos estábamos habituando al hotel. Y Presen porque habían apagado la máquina del aire acondicionado que la traía insomne todos los días. Es que confundía el ruido de la máquina con el oleaje, pero no era lo mismo, ¿eh, Presen?
Nuevamente en ruta, esta vez hacia Agua García, población que pertenece al municipio de Tacoronte. Una vez allí, buscamos el sendero que nos conducía al sendero de Los Guardianes Centenarios.
Dos viñátigos centenarios, enormes custodiaban su entrada.
Nos internamos en un bosque de cuento lleno de laurisilvas, brezos, tilos, hayas, acebinos y gigantes viñátigos centenarios que unos paseantes muy versados en el bosque, nos enseñaron a identificar como macho o hembra en función de si tenían o no un gran hongo en su corteza.
Ese día volvimos a comer al hotel nuestro gran menú de bufé libre.
Por la tarde, fuimos hacia el sur. Visitamos algunas piscinas naturales, el Charco de la Laja en San Juan de la Rambla. El oleaje era tan fuerte que impedía el baño. Había allí unos incautos que pagaron bien la osadía de acercarse tanto al litoral pues una de las olas los puso “chipiados” de arriba abajo y salieron por piernas con fondo de risas de los que allí estábamos mirando.
Después a Garachico. Precioso pueblo fundado por el genovés Cristobal de Ponte. Allí también había piscinas naturales, pero el mar ese día andaba enfadado y no pudimos disfrutarlas.
Conocimos a un maestro jubilado y exfutbolista que había sido muy amigo de Marcelino, que junto con Canario, Santos, Lapetra y Villa habían formado el grupo de los Cinco Magníficos allá por los 60, cuando el Real Zaragoza todavía era el orgullo deportivo de nuestra ciudad.
Visita al drago milenario,  porque al otro le habían pegado fuego unos vándalos. Mil años de vida. Todos pensamos lo mismo: La de historias que nos podría contar…
Muy amables los canarios, sí.
Vuelta al Puerto de la Cruz, guiados como siempre por el GPS, la dislexia de Javier, las protestas de Juanjo porque siempre le avisaba de los cruces tarde y los gritos y risas de todos. 
De vuelta ya en el hotel, la grata visita de Luis y Marian con quienes estuvimos un agradable rato de charla y cerveza. 
Cena, algunos, paseo y pronto a dormir.
¡¡¡Otro día genial!!!
Y el domingo ¡¡¡ al sur!!! ¡¡¡ al sol ¡!!!.


5. El Bujero y los Gigantes
    -Domingo 13 de febrero-

Excursión al Bujero de Tamaimo (6 Km y 380 m de desnivel. Dos horas 50 minutos). 
Y sí, el Bujero es un agujero (como en mi pueblo), allá arriba (en Tenerife todo está arriba), en el acantilado de Los Gigantes, majestuoso cortado de enormes rocas, como indica su nombre. 
El caso es que Eduardo e Inma se quedaron abajo (Eduardo” estaba un poco cansado” e Inma se quedó para hacerle compañía) y el resto del grupo de exploradores, tira para arriba, hacia el Bujero. 
La Playa de Los Gigantes era muy pequeñita, un puerto también muy mono y mucho “guiri”. El caso es que mientras los valientes excursionistas, extenuados por el calor, subían hacia su objetivo, Edu e Inma perseguían el suyo que era encontrar un buen sitio para comer. Así que preguntaron al único ser viviente que hablaba español en aquella playa: el socorrista. Y hete aquí que les aconsejó un restaurante en una playita cercana.
También ese día hubo anécdota. Y es que Juanjo le había mandado a Eduardo la localización donde debíamos ir a buscarlos una vez terminada la excursión. El caso es que la localización era una gasolinera. Muy bien. Pero vino a resultar que ese GPS no funcionaba como Dios manda (a que no, Javier) . Así pues, vino a resultar, luego lo descubrimos, que dicha gasolinera había sido derruida hacía un tiempo y habían edificado otra igual bastantes metros más allá. 
El caso es que unos en la gasolinera fantasma, otros en la nueva, explicaciones miles, nervios de Edu (las manos ocupadas con las cervecitas frescas (que se estaban calentando) que había comprado para recibirlos y que no entendía dónde había ido su estupendo sentido para orientarse, vuelta a subir al coche hacia arriba primero, hacia abajo después… casi al borde del colapso, Teresa “ La pragmática” tomó las riendas de la situación y dijo: “ junto al cementerio”. En dos minutos estábamos reunidos.
La comida, fabulosa, en el restaurante La Sirena al ladito del mar, amenizada con música de un irlandés cuya esposa vino a resultar ser de Zaragoza. (Ja).
Bañito en la playa después de comer, siesta, relax… ¡Qué bien!
De vuelta hacia el hotel nuevamente amenizados por las variadas opciones y caminos que el GPS nos ofrecía y que aprovechamos bien para ampliar el conocimiento de la isla, cervecitas, cena y a dormir.




6. Isla de La Gomera
    -Lunes 14 de febrero-
El día de los enamorados nos tocó madrugar, poner rumbo al puerto de Los Cristianos Y embarcarnos en un ferry rumbo a La Gomera. ¡Qué preciosa isla!!! Eso sí, sus caminos todavía estaban más empinados y sus carreteras eran estrechas y sinuosas. 
Mirador de Garajonay, Laguna Grande (ya desecada), con un entorno natural impresionante (vegetación exuberante, roques, lenguas volcánicas…); el mirador de cristal de Abrante que cierra los lunes y no pudimos entrar. Pero al lado, en otro mirador natural al que nos asomamos, pudimos apreciar un espectáculo maravilloso: allá abajo, pequeñito, pequeñito, se veía el pueblo de San Cristóbal. Y la panorámica de lenguas volcánicas, roques, aloes, arbustos… nos dejó un rato sin habla. En dos palabras : im – presionante.
La carretera estaba limitada por precipicios impresionantes y tenía tantas curvas que Montse iba con su collarín tiesa como una vela y los demás, un poco acojonados, la verdad. Pero ahí estaba la pericia de nuestro chofer, Juanjo, que nos condujo suave y despacito sin que hubiera ningún amago de mareo. Bueno, y que, ni el GPS ni Javier podían confundir la derecha con la izquierda so pena de que alguna equivocación direccional nos hubiera llevado directos al Barrio de San Pedro.
Anécdota del día : Javier se dejó su precioso gorro recuerdo de (no me acuerdo) en el restaurante donde comimos. Como el ferri salía en breve, no pudo ir a buscarlo. Llamó por teléfono le aseguraron que se lo iban a mandar por correo. A estas alturas, casi un mes después, el gorro todavía no ha llegado. Pero Javier no pierde la fe dado que todos sabemos que en Canarias es una hora menos. 
El clima de ese lunes fue tan agradable y el mar estaba tan calmado que disfrutamos muchísimo los viajes de ida y vuelta a la isla. Incluso vimos, allá a lo lejos, el surtidor de una ballena. ¿Verdad Presen? Felices por el acontecimiento (bueno, es posible que le echáramos un poco de imaginación), Presen se lo contó enseguida a su hija Ana.¡¡¡ A ver si va a ser la única que ve animales salvajes!!! Jajajaja

Y... ¡Se acabó!
Algún día se completará el relato... o no.
Pero lo hecho, hecho está.



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